Curso de teoría musical – Nivel IX

Improvisación

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Básicamente, explicar el concepto de improvisar sería definir lo que significa crear sin preparación y sin correcciones de los elementos que se utilizan, sean melódicos o armónicos. Pero esto se presta a muchas variantes, porque no hay una sola forma de improvisar.
Lo más común cuando se habla de improvisar, es asociar el concepto al jazz, más precisamente a los llamados SOLOS, en donde cada instrumento improvisa una melodía sobre la armonía preestablecida del tema, durante los compases que se le indican.
Lo que pasa en estos casos, es que hay que conocer el estilo dentro del cual se va a improvisar, además de las escalas de improvisación, los arpegios y recursos melódicos que debemos estudiar previamente.
Con esto obtengo varios elementos de guía que me sirven para saber qué debería incluir en la improvisación y qué no. Estilo, forma de frasear, la cantidad de compases que dispongo para hacerlo, la armonía, y la melodía del tema original que puede servir de hilo conductor de la improvisación.

Cada estilo dentro de la música tiene características propias, que se adquieren mucho más rápido escuchando y tocando que racionalizando o analizando. Hay yeites (fraseos típicos de cada instrumento y de cada estilo de música), reefs (frases que se repiten por varios compases) y patterns (frases armadas que pueden combinarse de maneras diferentes) que caracterizan cada estilo, y también ayudan a conocerlos.

No es lo mismo improvisar bossa nova, que rock and roll, por ejemplo, y por consiguiente no vamos a tener los mismos yeites y reefs en cada estilo.
Pero hay otra forma de improvisar, más libre y más subjetiva. Dentro del instrumento de cada uno, se puede comenzar a tocar sin tener un estilo establecido, ni una armonía que nos obligue a construir la parte melódica.
Esto también es una improvisación, procurando evitar corregir las cosas que no nos gusten, porque estaríamos rozando el concepto de composición. Simplemente es sentarse, y tocar, explotando el estado anímico que nos acompañe en ese momento.

Dentro de este tipo de improvisación libre, el punto está en poder trasladar al instrumento la melodía y la armonía que se nos ocurre en tiempo real. Aquí entra en juego el oído, como conexión entre lo que al cerebro se le ocurra y las notas en el instrumento.
Todos tenemos un oído que puede MEMORIZAR los sonidos de la misma forma que los ojos pueden memorizar los colores, sin que se los pueda explicar concretamente.
No se puede definir qué es el color azul o qué es el DO porque se trata de abstracciones. El llamado oído absoluto es el que memoriza los sonidos en su afinación real, y es innato.

El otro que podemos trabajar y entrenar cuando no tenemos el absoluto, se llama oído total. Un buen entrenamiento auditivo sería escuchar siempre al bajista dentro de un grupo o de la música que escuchamos habitualmente.
En realidad es él quien nos está dando en la mayoría de las veces (generalmente en el primer tiempo de cada compás), las tónicas o raíces de los acordes del tema.

Es más fácil escuchar las voces agudas que las graves o medias. Pero, ¿cómo haríamos, sólo con la melodía, para sacar las armonías de un tema que nos gusta?
Un ejercicio auditivo excelente es poner un CD de un grupo que nos guste, o la radio misma, y tocar con ellos, conectándonos a través del oído.
Al principio nos va a parecer que es imposible, pero el oído se va a encargar de memorizar lo que necesita.
Si logramos escuchar al bajista, la dificultad para saber en qué armonías se va a mover el tema, se reduce considerablemente.

Previo a sentarse a improvisar, se puede pensar en una base sobre la cual se va a trabajar.
Por ejemplo, la tonalidad donde vamos a comenzar nos puede dar las posibilidades que posee el campo armónico.
Pero de ahí en más, la idea es que las frases vayan fluyendo solas, traducidas al instrumento junto con la armonía. Pero por otro lado, no necesariamente hay que saber en qué rango de acordes se va a trabajar.

La música puede ser más intuitiva y no tiene por qué ser analizada. Incluso en la composición, el autor no siempre construye primero la armonía buscando qué funciones poner y para qué.
Cualquier opción es buena, sólo depende de cada uno. Hay pianistas que presentan sus improvisaciones libres como recitales. Es común verlos en Europa.
El público adquiere su entrada sabiendo que va a escuchar un programa que depende del grado de inspiración del momento de ese ejecutante.
Los tríos de jazz presentan sus «Jamm session» en donde también se sientan a improvisar, en este caso sobre una base armónica.

Obviamente, en estos casos el dominio técnico del instrumento no significa ni remotamente un obstáculo. En muchos estudiantes sí, por lo cual es importante seguir un ordenamiento en el estudio de las escalas y arpegios.
Pensemos que todo lo que requiera de una atención extra, la digitación de un pasaje, técnicas de velocidad, manejo de inversiones y demás, nos quita la posibilidad de dedicarle toda la concentración a la creatividad.
Los elementos técnicos, arpegios y escalas de improvisación, requieren un cierto entrenamiento que pueda darnos seguridad en su ejecución, resolviendo dificultades de digitación o técnicos en cada instrumento.

Es buena la práctica de estas escalas y arpegios, o de los acordes del campo armónico en las doce tonalidades, porque técnicamente las posiciones son muy distintas en cada tonalidad, y esto nos da mucha seguridad para improvisar, acompañar o tocar en cualquiera de ellas.

Todos estos elementos teóricos son parte del estudio y entrenamiento que nos prepara para saber qué notas pueden tocarse y qué notas no pueden tocarse, siendo la meta ponerlos al servicio del concepto creativo y artístico.
Un buen previo a la improvisación es hacer variaciones de una melodía original. Utilizando arpegios, las escalas de improvisación y demás elementos, se pueden ir haciendo modificaciones sobre una melodía que nos sirve de guía.
Es más simple porque en la improvisación debe salirse completamente del concepto original y tiene que ser desarrollada por el intérprete en el momento. Además, en las variaciones se desarrolla la capacidad melódica que también vamos a necesitar para improvisar.

Es común que al comienzo de la práctica de improvisaciones, todo nos suene mecánico y sin un concepto equilibrado, o con demasiadas notas que pierden la calidez y la lógica. Esto se produce porque estamos pendientes de poner toda la teoría en funcionamiento, y sobrecargamos las frases, o no hacemos las pausas necesarias para un descanso que el oyente necesita para poder seguirnos.
Se pierde la forma, y se la reemplaza con la creencia de que cuanto más virtuosa es la improvisación, más va a gustar.
El equilibrio en la duración de la construcción de frases, puede ejercitarse poniéndose una cantidad de compases para tocar y otra para hacer pausas en la melodía. 

Es importante no quedarse en una misma situación. Explotar en exceso el mismo recurso deja de causar sorpresa y comienza a aburrir.
No olvidemos también que cada instrumento tiene más de un registro, y nos permite tocar con distintas dinámicas. El aspecto tímbrico también es una herramienta para matizar lo que elaboramos.
En el caso de que improvisemos en un grupo, es importante la conexión entre la base (batería y bajo, por ejemplo) y el solista.
Por eso es importante desde el principio, escuchar a los bajistas. Esto hace que cuando toquemos en un grupo nos conectemos más con la base. Normalmente nadie les presta demasiada atención ya que no son instrumentos que lleven la melodía, y después vienen los problemas de distracción mientras intentamos al mismo tiempo tocar y escucharlos para seguir a los demás músicos.
Cuando esto sucede, el grupo da la sensación de sonar como dos bandas diferentes. El que improvisa puede tomar ideas rítmicas, armónicas o melódicas de la base, o viceversa, lo que hace que la banda suene muy compacta.

Parecerían ser muchos aspectos a tener en cuenta para improvisar, pero no hay nada que el tiempo y la práctica no pueda darnos. Lo importante es no bajar los brazos en los primeros tiempos, y seguir intentando buscar el equilibrio, mejorando las ideas y teniendo mucha paciencia. 

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